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NO TE PIERDAS EN LA ALTURA

Se suele decir: “Desde arriba se ve mejor”, y en parte esto es una gran verdad, pues a medida que una persona se eleva sobre el nivel del suelo nota que se le amplía el horizonte, haciéndosele mayor el radio de visibilidad. De ahí que los que quieren ver a lo lejos, ya sea en el campo, en un desierto, o en el mar, se suban en un árbol, en una loma o en un mástil, según sea el caso. De ahí que en las ciudades antiguas se construían torres donde situar a los atalayas, y cuanto más alta la torre, a mayor distancia el atalaya podía ver.
Los que hemos tenido la experiencia de viajar en avión sabemos que a medida que el avión se eleva uno puede divisar un panorama más amplio, de manera que a los pocos minutos del despegue ya se puede contemplar de un solo vistazo grandes extensiones de terreno, varios kilómetros de una carretera, de un río, o cualquier otra cosa sobre la que estemos volando.
Dije al comienzo que en parte es verdad que desde arriba se ve mejor porque la ventaja de mirar desde lo alto es solamente parcial, ya que en la misma proporción en que la altura nos permite abarcar más con la vista, también nos hace perder la capacidad de percibir los detalles.
¡Cuán limitadas son las facultades del hombre! Podemos examinar detenidamente un grano de arena (podemos apreciar mejor sus contornos si usamos un lente), pero no podemos al mismo tiempo contemplar toda la extensión de una playa. En cambio, si nos situáramos en un lugar desde el cual fuera visible toda la playa, al mirarla estaríamos viendo a una vez todos los granos de arena (por lo menos los de la superficie), pero sin poder distinguir ni siquiera uno solo de ellos.
Sólo Dios puede contemplar la totalidad del universo y cada partícula del mismo a la vez (Luc.12:6, 7). Los hombres, si queremos tener un conocimiento amplio de algo, tenemos que examinarlo alternativamente desde lejos y desde cerca; sólo así, apreciando unas veces los detalles y otras veces el conjunto, podremos formarnos en la mente una idea bastante completa de ese algo que queremos conocer.
De la misma manera que esto sucede en el mundo visible, o de lo concreto, sucede en el mundo de lo abstracto. Aplicando esto al complejo plano de las relaciones humanas notaremos que en cualquier organización, sea comercial, política, religiosa, etc., el que ocupa una posición más alta disfruta de mayor visión y ejerce mayor control sobre las demás personas del grupo que preside. Pero si ese que está arriba nunca baja a relacionarse directamente con sus subordinados, es decir, si nunca explora con sus propios ojos los distintos niveles de la organización que está bajo su responsabilidad, nunca podrá conocer de cerca la situación real de su estructura, y quien desconozca la solidez o fragilidad de la base sobre la cual está montado, corre peligro.
Para dirigir con éxito una comunidad es necesario sentir muy adentro las necesidades, anhelos y problemas de esa comunidad, que no son otros, sino las mismas necesidades, anhelos y problemas de cada uno de los individuos que la componen, y estos asuntos de abajo jamás se podrán conocer exclusivamente a través de los intermediarios.
Compañero oficial: tú estás consciente de que no podrás resolver personalmente los problemas de cada hermano que está bajo tu responsabilidad. Tú sabes que el consejo de Jetro fue aprobado por Dios, y que tú, al igual que Moisés, necesitas de los ancianos para poder gobernar al pueblo con eficiencia. Sí, haces bien al delegar en otros los asuntos ligeros para poder concentrar tu atención en los asuntos de verdadera importancia. Ya sabemos que es elevada tu posición, y que desde la cumbre del monte es que puedes comunicarte mejor con Dios, pero recuerda que abajo está el pueblo, y que al pueblo le hace daño tu ausencia prolongada (Exo.32:1).
Compañero, tu pueblo desea y necesita sentir el calor de tu presencia. Los pequeñitos se sienten satisfechos no sólo cuando a la ligera estrechas sus manos, sino más bien cuando notan que les tienes en cuenta, cuando te interesan sus inquietudes, cuando puedes atenderles directamente alguna vez.
Sí, hermano, es necesario que desciendas de vez en cuando. Por favor, NO TE PIERDAS EN LA ALTURA.

Ob. B. Luis, Zitoon Yerbaniz, octubre de 1986.